Había una vez una niña que se llamaba Lucy A la que le encantaba cantar. Se pasaba horas bajo un
árbol cantado una afición que le hacía huir del aburrimiento de las tardes
frescas.
Le gustaban mucho la música
que estuviera relacionada con hadas, magos y princesas, en donde a cada estrofa
la disfrutaba cada vez que la escuchaba. Pero un día empezó a pensar:
– Blancanieves cantaba muy bonito y todos los animalitos del
bosque corrían ayudarle al que hacer de la casa, y para su buena suerte se fue
a un gran castillo con un maravilloso príncipe.
Rapunzel otra princesa
que cantaba muy bonito con un hermoso cabello brillante que cada vez que
contaba le crecía más y más, y su cabello podía sanar heridas.
Por otra parte Cenicienta también cantaba y tiene como amigo
ratones que en todo le ayudan. ¡Qué suerte habían tenido esas chicas! A mí
nunca me pasa nada interesante…
Lucy se
quedó en su habitación totalmente dormida, hasta que de repente como por arte
de magia, apareció un hada madrina. Ella no podía creerlo, ¡Era igual a la que
aparecía en el cuento de blacanieves! -¡Qué contenta estoy! – exclamo Lucy.
El hada
madrina le dijo que tenía que conocer a alguien muy especial, y la pequeña Lucy
al oír eso proyecto una gran sonrisa en su cara, no podía creerlo.
El hada madrina llevo a Lucy hasta donde estaba la princesa
cenicienta, Lucy y la princesa tuvieron una maravillosa platica en donde a Lucy
le dijo que le gustaría cantar como lo hacía cenicienta, pero que no se sentía
segura de sí misma, sentía que desentonaba cada vez que cantaba.
Cenicienta le dice a Lucy que cante una estrofa de canción
que más le gusta, y en so Lucy empieza a cantar…
La princesa cenicienta habla con Lucy y le dice que tiene una
maravillosa voz, y que podía llegar a ser una gran cantante, solo tenía que
sentirse segura de sí misma e ignorar cometarios negativos.
De repente Lucy
despertó al sentir a Toba su perrito lamiendo su pequeña nariz y pensó que esa
noche ella también tuvo su propio sueño de princesa. En ese mismo instante tomo
lápiz y papel, y empezó a escribir su propia historia que comenzaba así: “Había
una vez una niña que se llamaba Lucy, a la que le encantaba cantar…”